La India vive con desconcierto el avance de la colonización británica sobre sus tierras. El cultivo del algodón, el comercio de especias, tejidos y otras artesanías son el modo de vida de muchas familias que verán, impotentes, cómo se diluye el control sobre sus propiedades y sus oficios en favor de los ingleses, decididos a imponer sus propias reglas.
El clan Prakachiralli, sin embargo, se mantendrá fiel a su férrea tradición. Kantal, la matriarca, depositaria de esas tradiciones, es la encargada de transmitirlas, así como de buscar alianzas y concertar los matrimonios más favorables para sus descendientes entre las familias que pertenezcan a su misma casta.
Savitri, incorporada a la casa Prakachiralli como prometida de uno de los varones del clan, cuando solo contaba seis años de edad, se transformará en una viuda de por vida al morir su futuro marido. Es entonces cuando Kantal decide enviarla a servir a la mansión del matrimonio Barwick, una pareja de opulentos ingleses llegados a la India para explotar la producción de tintes.
De esta suerte, Savitri se convierte en testigo y cómplice de la pasión que acabará con la calma aparente que disfrutan sus amos gracias a su situación privilegiada, asentada en mitad de un mundo y unos personajes que bregan por sostener su identidad y sus creencias.
Las revueltas, la lucha de castas, la incomprensión entre dominadores y dominados, el lujo y la suntuosidad que amenazan la sencillez de la tradición hindú... Tal y como sucede en novelas legendarias como la clásica Pasaje a la India, de E. M. Forster, o la más reciente El Dios de las pequeñas cosas, de Arundhati Roy, Los ojos de India nos relata un periodo fascinante de la historia universal en el que la cultura mítica de todo un país se ve atrapada y amenazada por el pensamiento pragmático y nada conciliador de los colonizadores.