Si bien París es una ciudad densa que se halla menos provista de espacios verdes que otras grandes urbes, sin embargo, pocas son las que, por su historia o su clima, pueden presumir de tan amplia variedad de jardines.
En ella lo pintoresco alterna con lo geométrico, los conceptos más modernos conviven con los trazados y los estilos más antiguos y las especies exóticas se han aclimatado con tanto éxito que son algo habitual en la ciudad.
Y eso sin olvidar sus innumerables jardines privados: a veces una simple maceta en un balcón, y en otras ocasiones, espacios vastos y secretos.
Éste es precisamente el prodigio al que ha dado forma este pueblo milenario: París en sus jardines sigue siendo tan magnífica como en sus calles, sus plazas y sus palacios, y si careciera de ellos dejaría de ser la ciudad más visitada del mundo.